C 9634 FRENCH NOCTURNES [11,99 Euros]

Durante los últimos meses del año 2014 decidimos que teníamos que contactar con uno de los artistas que más admiramos, el fantástico fortepianista holandés Bart van Oort, y ofrecerle (casi diríamos que rogarle, si hubiera sido necesario) que aceptara realizar algún proyecto para Cantus. ¿Repertorio? Carta blanca, el que él quisiera. ¿Cuándo? Cuando él se sintiera preparado. Su respuesta fue casi inmediata: "no quiero hacer simplemente un disco aislado, prefiero que hagamos un proyecto que nos ocupe varios años. Podemos continuar la serie que comencé hace años con el sello Brilliant, dedicada a uno de los más bellos y profundos géneros pianísticos, el del Nocturno". Al leer su correo, casi no pudimos reaccionar, de pura felicidad: Bart van Oort, el mítico pianista que había conseguido un Diapason d'Or -y muchos otros premios- por su extraordinario álbum de 4 CDs que contenía los nocturnos de Chopin, Field, y una selección de nocturnos europeos, nos estaba proponiendo un proyecto con el que ya habíamos soñado... Así, en poco tiempo empezó a darle forma y envió una selección de posible repertorio para los dos primeros CDs, dedicados, respectivamente, a "Nocturnos Franceses" y "Nocturnos Rusos". Ahora tenemos el inmenso honor de presentar la primera grabación de este proyecto, un maravilloso disco dedicado al nocturno francés de la segunda mitad del siglo XIX.

Hacia finales del siglo XIX el carácter del nocturno francés se tornó cada vez más melancólico. Esto se hallaba en perfecta consonancia con los desarrollos socioculturales de un período en el que surgió un sentimiento de “agotamiento” de la civilización occidental. Este periodo se denomina ahora fin de siècle (fin de siglo; la posterior etiqueta de belle époque alude más bien a los aspectos positivos de ese momento) y se caracterizó por sus episodios de contestación social, por un lado, y su mundo artístico decadente y elitista, por el otro. Vistas con la perspectiva del tiempo, parecen haber sido unas décadas doradas. En realidad se vivieron con la sensación de estar jugando con fuego. El “arte por el arte” de mediados del XIX dio paso al Decadentismo, que básicamente era una tendencia elitista que buscaba la belleza y la pureza. Pero la certeza de que todo lo bello tiene su final explica esa inclinación subyacente hacia la enfermedad, la muerte, el erotismo macabro y los profundos sentimientos religiosos que pueden encontrarse en gran parte del arte de esa época.

El carácter de los nocturnos franceses de finales del XIX se adapta sin esfuerzo a esa sensibilidad de fin de siglo: suntuoso y nacarado pero también melancólico, sombrío, hipocondríaco, y grise (gris), como decían los franceses. La conexión entre música, pintura y literatura durante la era del Decadentismo se refleja en el famoso ciclo de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. Proust modeló al personaje de Charles Morel en el compositor Léon Delafosse, cuyo Nocturno de 1900 se ha incluido en esta grabación [corte 5]. A la mente vienen los nombres de poetas como Beaudelaire, Verlaine (el poeta de las Chansons Grises de Reynaldo Hahn) o Rimbaud: poetas que no pertenecían a la élite adinerada, que murieron en la pobreza y la miseria a causa de un comportamiento social inapropiado, y consumidos por el alcohol.

El Decadentismo también coincidió aproximadamente con las estética más desenfadada del Impresionismo. Para muchos artistas, el Decadentismo fue una fase pasajera en sus vidas; quizá podríamos decir que el Decadentismo murió a causa de sus propios extremos macabros, a veces junto al propio artista. Claude Debussy (1862-1918), el último compositor representado en esta grabación, es un bello ejemplo de huída del Decadentismo a través del estilo ligero del Impresionismo.